El lenguaje del síntoma: aquello que insiste en decirse

30 10/2025

Introducción:
En tiempos donde el malestar busca resolverse con rapidez, el psicoanálisis propone una pausa. Escuchar el síntoma no como una falla, sino como una vía hacia lo más singular de cada sujeto: eso que aún no ha encontrado palabras.

El síntoma y el discurso contemporáneo

En la práctica clínica, el motivo de consulta suele llegar en forma de queja: algo que duele, que se repite o que perturba sin razón aparente. En la lógica actual, marcada por la urgencia y la medicalización del malestar, se espera que ese dolor desaparezca cuanto antes. El psicoanálisis, en cambio, invita a detenerse, a escuchar lo que el síntoma intenta decir.

En la cultura del bienestar, el síntoma se concibe como un error o una disfunción. Pero desde la mirada psicoanalítica, es una formación del inconsciente: una respuesta singular frente al conflicto entre el deseo y la defensa, un modo en que el sujeto intenta sostenerse ante lo insoportable.

Freud: el síntoma como formación del inconsciente

Freud fue quien introdujo esta lectura. En sus primeros trabajos junto a Breuer, mostró que los síntomas histéricos no eran caprichos del cuerpo, sino expresiones de deseos reprimidos y emociones que no habían podido simbolizarse. Lo que no encuentra palabras, el cuerpo lo dice a su modo.

Más adelante, al desarrollar los conceptos de represión, pulsión y angustia, Freud profundizó en la lógica del síntoma: lo reprimido nunca desaparece, sino que retorna disfrazado. El síntoma aparece entonces como una creación del inconsciente, una solución provisoria que protege al sujeto del dolor, pero que a la vez deja hablar lo que fue silenciado.

Lacan: el síntoma como cifra y mensaje

Lacan retomó esta concepción para mostrar que el síntoma no solo expresa un conflicto, sino que también cifra y protege. Es un mensaje que habla en clave del inconsciente. Por eso el trabajo analítico no busca eliminarlo ni traducirlo de inmediato, sino sostener una escucha capaz de alojar su sentido.

Escuchar el síntoma es una posición ética: no la del saber que explica, sino la del analista que acompaña al sujeto a escuchar lo propio de su malestar. No se trata de normalizar, sino de permitir que algo de la singularidad encuentre su palabra.

El malestar y la cultura

Freud también pensó el síntoma en relación con el lazo social. En El malestar en la cultura, explicó cómo la convivencia humana exige renuncias pulsionales que generan tensión. La cultura, al imponer límites al goce, produce malestar. Los síntomas pueden leerse entonces como respuestas subjetivas frente a esas exigencias del Otro, marcas del conflicto entre el deseo individual y las normas colectivas.

Una ética de la escucha

Desde esta perspectiva, el síntoma deja de ser un simple signo de sufrimiento para convertirse en una vía de acceso al inconsciente. En psicoanálisis no se busca erradicarlo, sino escucharlo, abrir un espacio donde el sujeto pueda apropiarse de aquello que lo hace sufrir y transformar su relación con ello.

Escuchar el síntoma es escuchar la forma en que cada quien se enlaza al lenguaje, al deseo y a la falta. Es atender lo que insiste porque aún no ha encontrado su decir.

Todo síntoma es, en el fondo, una forma de decir: cuando el sujeto se atreve a escucharlo, algo en su historia puede empezar a reescribirse.